Lunes 19/5/25
El envejecimiento conlleva cambios naturales en las funciones cognitivas, sin embargo, en algunos casos estos cambios pueden exceder lo esperable para la edad y generar un impacto observable en el funcionamiento cotidiano. Esta condición, conocida como Deterioro Cognitivo Leve (DCL), se considera un estado intermedio entre el envejecimiento cognitivo normal y una enfermedad neurodegenerativa, especialmente la enfermedad de Alzheimer (Petersen et al., 2022). Su reconocimiento temprano es crucial, ya que representa una ventana de oportunidad para implementar estrategias preventivas, terapéuticas y de intervención neuropsicológica que pueden retrasar o incluso evitar la progresión hacia un trastorno neurodegenerativo.
El concepto de DCL fue introducido por Petersen en la década de 1990 y ha sido refinado progresivamente. Según la definición actual, el DCL implica una disminución cognitiva objetiva, preferentemente documentada por pruebas neuropsicológicas, que no interfiere de manera significativa con la funcionalidad general del individuo (Albert et al., 2011). Esta condición puede manifestarse en dominios como la memoria episódica, la atención, las funciones ejecutivas, el lenguaje o las habilidades visuoespaciales. Desde el enfoque clínico y de investigación, se han establecido subtipos de DCL: amnésico (afectación predominante de la memoria) y no amnésico (otras funciones cognitivas comprometidas), con importantes implicaciones pronósticas.
La prevalencia del DCL se ha estimado entre un 10% y 20% en adultos mayores de 65 años, con tasas de conversión a demencia que oscilan entre el 10% y 15% anual (Livingston et al., 2020). Investigaciones recientes han puesto énfasis en los biomarcadores neurodegenerativos, como las proteínas beta-amiloide y tau, que se pueden detectar mediante estudios de líquido cefalorraquídeo o neuroimagen avanzada. Estos marcadores permiten identificar personas con DCL con mayor riesgo de progresión, diferenciando entre casos de etiología neurodegenerativa y otros con causas potencialmente reversibles como trastornos del estado de ánimo, enfermedades vasculares o déficits nutricionales (Jack et al., 2023).
Desde una perspectiva neuropsicológica, la evaluación del DCL requiere baterías sensibles que incluyan pruebas de memoria verbal y visual, atención sostenida, flexibilidad cognitiva, fluidez verbal y funciones visuoespaciales. Herramientas como el MoCA (Montreal Cognitive Assessment) han mostrado mayor sensibilidad que el MMSE para la detección temprana (Nasreddine et al., 2021). No obstante, se recomienda complementar con pruebas más amplias como la batería NEUROPSI, el CERAD o la RBANS, adaptadas cultural y lingüísticamente a la población evaluada.
En cuanto a la intervención, los programas de estimulación cognitiva han demostrado beneficios en el mantenimiento del rendimiento cognitivo y el estado funcional de las personas con DCL. Un metaanálisis reciente de Wang et al. (2022) concluyó que las intervenciones multimodales que combinan entrenamiento cognitivo, actividad física, interacción social y educación en salud cerebral son las más efectivas. Además, la integración de la psicoeducación familiar y el acompañamiento emocional fortalece la adherencia y el impacto positivo del tratamiento. Desde la neuropsicología clínica, se promueve el diseño de planes personalizados que consideren tanto el perfil cognitivo como las características personales y contextuales del paciente.
Finalmente, los hallazgos en neurociencia indican que el DCL debe considerarse como un estado dinámico que puede estabilizarse, mejorar o deteriorarse según diversos factores. Estudios longitudinales recientes han identificado variables protectoras como el nivel educativo, la reserva cognitiva, la actividad física regular, la dieta mediterránea, el manejo del estrés y la calidad del sueño como moduladores clave del curso del DCL (Franzmeier et al., 2023).
En conclusión, el Deterioro Cognitivo Leve representa un desafío creciente en el contexto del envejecimiento poblacional. Su detección oportuna, evaluación neuropsicológica precisa y abordaje integral permiten mejorar la calidad de vida de los adultos mayores y reducir el impacto social y económico de las enfermedades neurodegenerativas. La neuropsicología, en diálogo constante con la neurología y la neurociencia, desempeña un papel esencial en la comprensión y tratamiento de esta condición.
Jack, C. R., Bennett, D. A., Blennow, K., et al. (2023). NIA-AA Research Framework: Toward a biological definition of Alzheimer’s disease. Alzheimer’s & Dementia, 19(2), 292-304. https://doi.org/10.1002/alz.12667
Livingston, G., Huntley, J., Sommerlad, A., et al. (2020). Dementia prevention, intervention, and care: 2020 report of the Lancet Commission. The Lancet, 396(10248), 413–446. https://doi.org/10.1016/S0140-6736(20)30367-6
Nasreddine, Z. S., Phillips, N. A., Bédirian, V., et al. (2021). The Montreal Cognitive Assessment (MoCA): Validity and normative data for mild cognitive impairment screening. Journal of the American Geriatrics Society, 69(1), 25–34. https://doi.org/10.1111/jgs.16844
Miércoles 21/5/25
Es un diagnóstico clasificado en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5-TR) como parte de los trastornos del neurodesarrollo. Se caracteriza por la presencia persistente de síntomas de inatención, hiperactividad e impulsividad que interfieren significativamente en múltiples ámbitos (escolar, académico y laboral).
Leer artículo +Martes 20/5/25
Los trastornos del aprendizaje, como la dislexia, la disgrafía y la discalculia, afectan significativamente el desarrollo académico de los niños. Estas dificultades, clasificadas dentro de los trastornos del neurodesarrollo, requieren una evaluación neuropsicológica detallada que permita comprender sus bases cognitivas y diseñar intervenciones específicas basadas en evidencia científica actualizada.
Leer artículo +Lunes 19/5/25