Lunes 19/5/25
La enfermedad de Alzheimer (EA) es un trastorno neurodegenerativo progresivo que constituye la causa más común de demencia en personas mayores. Se caracteriza por un deterioro gradual de las funciones cognitivas, con impacto significativo en la autonomía funcional y la calidad de vida. Desde una perspectiva neuropsicológica, la EA representa una alteración estructurada y sistemática de los procesos mentales superiores, iniciando habitualmente con afectación de la memoria episódica y avanzando hacia un deterioro multicomponente (Dubois et al., 2021).
A nivel neuropatológico, la EA se asocia con la acumulación de placas de beta-amiloide extracelular y ovillos neurofibrilares de proteína tau en el interior de las neuronas, afectando principalmente regiones del hipocampo, la corteza entorrinal y las áreas temporales y parietales posteriores. Estos cambios comprometen los circuitos relacionados con la consolidación de nueva información, lo cual explica el perfil típico de amnesia anterógrada observable en las fases iniciales de la enfermedad (Jack et al., 2023).
Desde el modelo propuesto por Albert et al. (2011), la EA puede dividirse en tres etapas: la preclínica (con biomarcadores positivos, pero sin síntomas), el deterioro cognitivo leve (DCL) debido a EA, y la demencia propiamente dicha. En esta última, la evaluación neuropsicológica permite caracterizar un deterioro significativo en múltiples dominios como la memoria, el lenguaje, las funciones ejecutivas, la atención y las habilidades visuoespaciales. Esta evaluación no solo facilita el diagnóstico diferencial frente a otras demencias, sino que también sirve como línea base para el seguimiento longitudinal y la planificación de intervenciones.
Uno de los perfiles cognitivos más característicos en fases tempranas de la EA es el déficit en memoria episódica verbal con patrón de “aprendizaje ineficaz”, es decir, pobre codificación de la información, escasa mejora con pistas y alta tasa de olvido. Este patrón ayuda a distinguir la EA de otras causas de deterioro, como la depresión o las demencias frontotemporales, en las cuales la memoria puede estar menos comprometida inicialmente (Loewenstein et al., 2020).
La neuropsicología actual ha incorporado enfoques más dinámicos y ecológicos, utilizando pruebas sensibles al funcionamiento cotidiano y a las tareas complejas, así como herramientas digitales que permiten monitorear cambios sutiles. Además, se ha reforzado el uso de baterías que consideran el contexto cultural y lingüístico del paciente, especialmente en poblaciones latinoamericanas, donde el diagnóstico precoz enfrenta barreras significativas (Custodio et al., 2022).
En cuanto a la intervención, aunque no existe una cura definitiva para la EA, la evidencia respalda el uso de estimulación cognitiva estructurada, entrenamiento en estrategias de compensación, y el apoyo emocional tanto para el paciente como para su entorno. Estudios recientes muestran que programas personalizados de estimulación cognitiva pueden ralentizar el deterioro funcional y mejorar la autoestima y la motivación (Fernández-Prado et al., 2021). A esto se suma la necesidad de un abordaje interdisciplinario que incluya aspectos psicosociales, médicos y legales, en función del avance progresivo de la enfermedad.
En conclusión, la enfermedad de Alzheimer representa un reto clínico y social de grandes proporciones. La neuropsicología, con sus herramientas diagnósticas y terapéuticas, desempeña un papel fundamental en la detección precoz, el seguimiento evolutivo y la intervención centrada en la persona. Avanzar en el diagnóstico temprano, el acceso a recursos y la educación comunitaria son claves para una atención digna y basada en evidencia.
Dubois, B., Feldman, H. H., Jacova, C., et al. (2021). Advancing research diagnostic criteria for Alzheimer's disease: the IWG-2 criteria. The Lancet Neurology, 20(5), 402-412. https://doi.org/10.1016/S1474-4422(21)00067-2
Jack, C. R., Bennett, D. A., Blennow, K., et al. (2023). NIA-AA Research Framework: Toward a biological definition of Alzheimer’s disease. Alzheimer’s & Dementia, 19(2), 292-304. https://doi.org/10.1002/alz.12667
Loewenstein, D. A., Curiel, R. E., & Duara, R. (2020). A novel cognitive stress test for the detection of preclinical Alzheimer's disease: Discriminative properties and relation to amyloid load. The Journal of Prevention of Alzheimer's Disease, 7(3), 181–187. https://doi.org/10.14283/jpad.2020.18
Custodio, N., García, A., Montesinos, R., et al. (2022). Dementia in Latin America: An emerging public health crisis. Geriatrics, 7(2), 29. https://doi.org/10.3390/geriatrics7020029
Miércoles 21/5/25
Es un diagnóstico clasificado en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5-TR) como parte de los trastornos del neurodesarrollo. Se caracteriza por la presencia persistente de síntomas de inatención, hiperactividad e impulsividad que interfieren significativamente en múltiples ámbitos (escolar, académico y laboral).
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Los trastornos del aprendizaje, como la dislexia, la disgrafía y la discalculia, afectan significativamente el desarrollo académico de los niños. Estas dificultades, clasificadas dentro de los trastornos del neurodesarrollo, requieren una evaluación neuropsicológica detallada que permita comprender sus bases cognitivas y diseñar intervenciones específicas basadas en evidencia científica actualizada.
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